domingo, 12 de octubre de 2008

Cielo, tienes que escucharme

La percepción cósmica del ser y de su entorno gira axialmente sobre las pulsaciones del universo, llámalo exhalación divina, llámalo crecimiento o encogimiento del espacio, la verdad es que todo es cíclico, todo está de una u otra forma ligado a una percepción circular de la existencia, más allá o más acá del todo, pero siempre algo.

Pedí a (los) (D)dios(es) que me levantaran del telúrico elemento, del caldo primordial de la existencia, carente de concepción de espacio o tiempo poco podía hacer en ese lugar, Todavía espero alguna respuesta, aunque sea poca. Es por ello extraña la relación posible entre el hombre y las fuerzas superiores a su entendimiento, esa esquizofrenia existencial del hombre es incontrarrestable, siempre comparada de azul, cielo y mar. Siempre tratando de ver lo que no está ahí, y claro, negando lo que para él no está. Terminamos siendo golpeados por algo y ni siquiera sabemos que es, o que debería ser.

Extrañado y algo triste por la inconexión del momentum actual en el que se encuentra la realidad tiendo a pensar en ideales utópicos para la especie. Llegar a creer que el hombre pueda superar su sustancia es ciertamente algo utópico, por tanto el creer y esperar el mejoramiento de la entidad humana es ciertamente imposible, “polvo eres y en polvo te convertirás”, lamentablemente no existe una realidad diferente a esa, la conjunción de existencia y decadencia está tan singularmente unida que es imposible separarla del sino humano.

A pesar de la teluridad típica del sentir humano existe un imaginario relativo bastante poderoso en su conjunto, la dimensión onírica que aparece momentáneamente en medio de los cirros y los astros da fuerzas, ilumina y reintegra al hombre con la exhalación divina, el axis mundi se recrea al vislumbrar los seres estelares, a medida que bajan y suben del terciopelo eterno que pende sobre nuestras cabezas nosotros, los mundanos hijos ilegítimos de la divinidad nos reintegramos con los engranajes de la creación, la estructura cósmica, con su danza caóticamente perfecta nos reclama como parte del universo. No son nuestras estructuras jurídicas, políticas e incluso antropológicas las que nos reordenan y las que nos reintegran a nuestra existencia, no, es Sirio, es la lánguida estrella polar, es el crepúsculo y es la vieja, melancólica y siempre anacrónica luna. Veamos el cielo, no porque sea bello ni siquiera por que es necesario, veámoslo por que es nuestra verdad, nuestra esencia y nuestro ser completo.

¿Tan peligrosa es la piedra de la locura?

¿Tan peligrosa es la piedra de la locura?