sábado, 5 de diciembre de 2009

Perspectivas,

Recobrar el hábito de colocar algunos textos. El chamán entrega algo a la corriente informe y infinita de Internet.

Nunca le había dado importancia a mi propia percepción de la realidad. Habiendo cometido el error de confundir realidad con verdad, había vivido en una perspectiva que a mi parecer no era diferente a la del resto; los hombres eran hombres, los árboles no mucho más que árboles y una hoja en blanco un espacio que necesitaba ser rellenado.
Dibujos, frases sueltas, relatos medio coherentes, ideas o miedos colmaban aquellos papales que llegaban a mis manos. Acompañados de ojos ajenos, de manos impropias y una que otra palabra de aprobación y otras cuantas de oprobio y crítica, dejé crecer aquellas líneas sin mayor cuidado que una pequeña luz que les acune y tiempo que les proteja.
Traté de darles mejores nombres, arreglar sus defectos o simplemente busqué releer esas pequeñas cosas que me dije a mí. Pequeños consejos, comentarios lapidarios e incluso percepciones que no recordaba. Así como los sueños de la vieja tortuga que regresan a acunar a los salidos del cascarón.
El renacimiento de mi mirada hacia el mundo no produjo otra cosa que curiosidad, regenerar aquellos espacios comunes o aquellas melodías matizadas con su entorno. Todo en un apetito por reconocer y aprehender. Si bien la ciudad y sus acordes quiebran aquella relación, es justamente el encontrar aquellos trazos polvorientos lo que mantiene viva la ilusión de recobrar aquellas perspectivas que no tomé en cuenta.
Junto a aquello que habita en la noche, en conjunción a líneas dibujadas en el cielo y contrapuesto a lo longitudinal del suelo. Quebrando el huevo del mundo y desdibujando la parafernalia de la existencia, es lo que busco, y que de encontrar, posiblemente me devuelva aquellas perspectivas que no supe apreciar.

¿Tan peligrosa es la piedra de la locura?

¿Tan peligrosa es la piedra de la locura?