lunes, 4 de octubre de 2010

La porfiada percepción del ser

El ser humano se reconoce y reconoce a sus símiles, sabe que es diferente del mono, de la vaca o de la piedra, más allá de eso, queda en blanco.
La ansiedad por describirse, encontrarse, definirse y singularizarse está en directa relación a la búsqueda de un espacio en la infinitud de espacios. El hombre en sus realidades actúa, siente y vislumbra de modo diferente, desde la altanería del homo faber hasta la prudente sabiduría del homo sapiens. De un modo u otro la falta de una realidad constante y consistente nos permite, por medio de la imaginación encauzada, generar momentos y modelos para realizarnos –aunque sea a medias- como complejos seres.

La historia no es diferente.

Aquella disciplina medio científica, medio humanística no tiene una forma, no tiene un modelo, ni siquiera un objetivo. Al igual que el hombre, la historia busca algo que hacer y un porqué hacerlo. Búsqueda justificada en la realidad cambiante, pragmática y poco honorable de la historia, que pasa de ideal a ideal, de mano en mano y de la palabra al hecho con sorprendente facilidad.
El proceso de creación en la historia encuentra las mismas debilidades que su disciplina de origen, falta de centro, ausencia de motivos. La búsqueda de objetividad relegó la motivación a la fría ciencia, sin embargo el producto enclaustrado en los mismos grupos que le crearon jamás llega a consumidores reales. Renovaciones en perspectivas, mitos derribados, personajes ensuciados… todo ello reservado a personas que ante la falsedad de la objetividad prefieren mantener el status quo de una situación histórica que de tan creída que resulta aquella mentira, termina resultando verdad.

No es el pesimismo de alguien que supuestamente debería creer en la historia, es la realidad de alguien que a pesar de querer a la historia desde dentro, definitivamente la reniega en su existencia externa…

definitivamente la historia tiene más bonita mente que cuerpo.

domingo, 11 de julio de 2010

¿perder?

El valor de la experiencia radica en aprender de una situación. Por medio del ensayo y error, se obtiene finalmente el éxito. Sin embargo, y cada cierto tiempo, esos éxitos entregados por el actuar nos dan falsas nociones de acción y reacción.
Somos seres de costumbre, y finalmente nos acostumbramos a que sean así, por conveniencia o por “simple” racionalidad. Generado finalmente un sistema de acciones y reacciones nos detenemos de producir variedad en ver el mundo, nos sedamos cómodamente en la verdad racionalista. Es más fácil relegar las cosas a lo proyectado y lo determinado, los lindes del espacio reconocido siempre son más bellos que los por conocer.

Descubrir lo que está fuera del cerco de lo conocido reconoce una necesidad íntima del ser, el aprehender lo exterior para desarrollar lo interior. El hombre y en general todo ser vivo no avanza de otra forma más que por medio del contacto con lo no conocido. La dialéctica de la vida, a diferencia con la dialéctica meramente intelectual corresponde a un ejercicio no racional de actividad, el error extrañamente adquiere más valor que el éxito, en cuanto a que genera nuevos modos de actuar y reaccionar. Contrariamente, en medida que acertamos con nuestro actuar nos volvemos “cómodos” con las maneras de resolver un conflicto o una duda. El error altera, destruye y entrega una “antítesis” de la relación causa – efecto que creíamos tan lógica siendo por tanto valioso el hecho de errar, incluso por sobre el de ganar, ganar a veces nos hace flojos.

Aunque suene mediocre, de repente es bueno perder.

miércoles, 28 de abril de 2010

¿Por qué hacer historia? Es acaso que está superada y la real necesidad de mirar hacia atrás está claramente superada por la necesidad de proyectar un futuro?

Claramente el flujo del tiempo no será detenido, la verdad histórica es inalcanzable para quienes no sean carpinteros judíos o mercaderes árabes y simplemente encontrar el gusto para todos en pequeños, abordables y simpáticos libros de anécdotas es imposible. La ciencia histórica es finalmente un círculo de interpretaciones, reinterpretaciones y regeneraciones de temáticas, nada nuevo, pero tampoco nada viejo, simplemente numerosas visiones de diferente interés, así como cualquier expresión artística, la historia se transforma, se banaliza o se sacraliza.

Continuar la senda de aquellos chamanes del tiempo es un hobby, una forma sencilla de ganarse la vida y finalmente una misión capital que nadie ha pedido. No creo las patrañas de la necesidad de conocer el pasado para generar un futuro, sino más bien creo en la curiosidad propia y en la morbosidad de saber que pasó antes, comprender, reconocer y aprehender son cosas utópicas, por lo menos por ahora, por lo menos por hoy.

¿Tan peligrosa es la piedra de la locura?

¿Tan peligrosa es la piedra de la locura?