domingo, 5 de julio de 2009

Mundo y Postmundo

¿Cual es la respuesta frente a la estilización vacua de la sociedad? Puesto que ciertamente la evolución de la forma ha logrado puntos de desarrollo increíbles a lo largo de las últimas décadas. Ya sea en el cine con el desarrollo de los efectos especiales y la preparación física de actores, o en la música, en donde el desarrollo de las grandes discográficas ha permitido la creación de grupos e interpretes por sobre el semillero que era la misma sociedad.

Sin preocuparnos del fondo estamos creando estructuras tan ligadas a una belleza primaria, excretadas de consideraciones simbólicas o propias. Son producto más que medio, mensaje o intención, no generan nada tras de sí. Eso en mi opinión resulta peligroso, puesto que resta valor al consumidor, al que escucha, al que ve y por tanto al que debería opinar, criticar o alentar.

Es a manos de una mal entendida libertad de expresión, que se ha perdido el valor a la crítica, al designar valor a un elemento artístico, a una manifestación humana, sea esta con fines comerciales o no. Bajo la justa intención de respetar lo que el otro piensa y gusta hemos simplemente olvidado la importancia de la calidad, la técnica y por tanto obligar al creador a alcanzar su arete creativo, o por lo menos designar un mensaje a su creación.

Ejemplos sobran y sin la intención de herir sensibilidades (es inevitable) es fácil señalar ejemplos de mercadeo insensible y vacío: el cine con sus remakes e innecesarias continuaciones –Transformers, Dawn of Dead, Texas Chain Saw Massacre y un largo etc- la literatura es más clara, puesto que con la muerte de los clásicos frente a la cultura posmoderna se a creado una brecha a las “novelas entretenidas” en donde una serie de vampiros amanerados, traidores a su tradición literaria y mitológica se reúnen a magos llenos de ideas sacadas de trabajos anteriores –además de una gran cantidad de novelas históricas poco cercanas a la realidad de cada época-, sencillamente la buena literatura actual desencanta y no logra competir contra las novelitas ligeras.

A fin de cuentas el problema no es que exista creación mediocre, el punto es que no se puede criticar, puesto que chocamos contra la superior libertad de querer oír, leer y ver lo que más nos guste, aunque sea malo. Así que mejor no continuo, estaré afectando a quien lee –si es que vale la pena leer, puede que este denunciando mi propio pecado (Mateo 7,3)-

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy certero en muchos puntos JP, aunque en rescate a mi arte debo decir, que gracias al cachetazo que nos propina diariamente la sociedad de mercado, el teatro sobrevive sin tener graves mutaciones económicas (tan sólo un burdo "teatro en Chilevisión" u obras de filantropía pura en el Teatro Mori de Parque Arauco) es más, disfrutamos hoy de actores, directores y dramaturgos con la misma o mejor calidad que hace 100 años. Existen grandes referentes mundiales vivos y no tan vivos: Dea Loher, Gelinek, t.williams, etc, y sin buscar más afuera, aquí mismo tenemos grandes exponentes de corrientes postmodernistas ó simplemente actores que gritan a nadie lo que nadie quiere oir pero todos sabemos que existe.
Dramaturgos como Luis Barrales, directores como Marcos Guzmán, Luis Ureta o Alexis Moreno, son pasta fresca para un teatro que sobrevive (y esa sobrevivencia le da la calidad a nuestro arte)

saludos,

Fathermocker dijo...

Oportuno y certero análisis, mi estimado. Se echa de menos una ciencia ficción que tenga algo más de Borges, o películas de terror que tengan su toque de Romero, con todos esos simbolismos tan necesarios y que hacen a las obras interesantes y clásicas. La falta de esta figura tan básica las hace ser totalmente olvidables.

¿Tan peligrosa es la piedra de la locura?

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